martes, 21 de diciembre de 2010

Relativo.

 

No te crees  la teoría de la relatividad hasta que se te hecha encima.

Entonces crees que Dios –omnipresente- ha cambiado los segundos por horas y los días por años. El tiempo, congelado como una ladera a la sombra del pico más alto,se detiene y nada ocurre a su alrededor. No hay fórmulas matemáticas para explicar tal suceso ni explicación lógica que la pueda describir, simplemente pasa.

El agobio se fecunda en tu interior trepando por tus venas hasta llegar a tu cabeza. En ese momento dirías BASTA, pero tienes que seguir intentando no cagar en la mano que te alimenta. Si fuera por ti, cogerías a tu jefe y lo alimentarías con una dieta a base de lejía y ácido observando como todos sus tejidos se van pudriendo y sus lágrimas secando como él seco tu vida. No puedes, solo lo sueñas y te hace feliz. Tu odio hacia todo tu alrededor aumenta logarítmicamente y al mínimo contacto tu desprecio sulfura como pus en una herida infectada. Cada mañana  te levantas y cagas líquido, ni la mierda te sale bien.

Te levantas y no te gusta el reflejo que ves en el espejo.Te estas pudriendo por dentro como un pescado muerto fuera del agua  hasta el punto de no soportar ni el olor de tus propios pedos, odias todo, te odias hasta tu vida. Tu palabra más amable es que “que te jodan” y la amabilidad pasa por ignorar.

Al final llega la fecha y todo cambia.

Una felicidad te embriaga como la primera copa a un ex-alcohólico. Tienes más energía que un yupi puesto de speed antes de una reunión.  En estos momentos hasta te gusta la Navidad y te apetece morir empachado de comida rodeado de familia a la cual nunca conociste. Es maravilloso y quieres que nunca termine…

Pero la relatividad del tiempo es capricho y puta; lo jodido dura, lo bonito es corto y, a tu pesar, sabes que esto va acabar.

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