domingo, 3 de octubre de 2010

Aburrimiento caótico.

El silencio dolía en mi cabeza y la paredes del comedor se me echaban encima. No podía más de estar encerrada pero tampoco podía salir. Buscaba soluciones y no las encontraba. Pensé en amartillar los tabiques a ver si así encontraba un tesoro escondido por los antiguos inquilinos y así me alegraba la noche pero la inmobiliaria demolería mi cuenta corriente y no estaba yo para más gastos, bueno no estaba para gastos.

Tenía que encontrar una solución a mi aburrimiento. Observé el apartamento : una tele que no quería encender, una ordenador que no sabía como funcionaba, unos libros llenos de polvo, unas cartas,un mechero,un martillo, una libreta y un lápiz. ¿Un lápiz? ¿Que coño hacía un lápiz en mi casa si no sabía ni escribir ni leer ? Y si no sabía ni escribir ni leer ¿porque tenía una libreta y unos libros?Intenté dibujar pero también fue inútil. Joder!!! Lo único que tenía sentido era la tele y no quería encenderla, estaba condenado al fracaso del aburrimiento.

Me adueñé de las cartas y empecé un solitario. Al ver que era imposible resolverlo quemé las cartas. Durante un rato me divertí mirando como las llamas bailaban sin música ni preocupación. Si ellas lo hacía yo también podía. Lo hice, me puse a bailar hasta que vi mi estúpido reflejo en el cristal que se asemejaba más a un mono ebrio que a un bailarín de claqué. Lo rompí de una patada.

Al escuchar el chasquido de los trozitos de ventana caer al suelo me emocioné y me fui en busca de algún objeto que me sirviera de martillo. Encontré uno y rompí todos los cristales del piso, no había vuelta atrás. Ese ruido para muchos era música celestial para mis oídos. Que placer. No había reflejo que se me resistiera, no había venta/espejo lo suficientemente duro/a para no romperse añicos a mis duros golpes...
Al final me corté. Observé como la sangre fluía por la herida y la gravedad la atraía hacía el suelo. Esas gotas me abducieron pero el corte era pequeño y dejo de sangrar rápido. Necesitaba un objeto cortante o punzante para seguir gozando de esa plástica y el lápiz y su afinada punta eran perfectos. Empecé a perforarme pequeños agujeros por todo el cuerpo y me aposenté en el suelo de la cocina. El contraste del blanco virginal de las baldosas con mi sangre era la mejor obra de arte jamás vista...

Me encendí un cigarro para más jolgorio. Era todo perfecto. Al desposeerme de las ventanas una fina brisa, que acariciaba mi rostro, me hizo recordar esa bellas llamas danzando sobre el cartón plastificado y encontré sentido a los libros y a las libretas. Lo amontoné todo y lo encendí. Rápidamente el fuego paso del bulto de papel a la sofá, del sofá a las cortinas y de las cortinas a toda la casa...

De repente toda mi casa bailaba al mismo son y mi cuerpo se unió a la orgía. Era una simbiosis entre llamas, objetos y yo...

Se terminó el aburrimiento hasta y el corazón, dejó de sonar...

Dios me preguntó si me suicidé, yo le contesté que no; me mató el aburrimiento.

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