jueves, 30 de septiembre de 2010

Paseando

Nunca debí coger ese camino, algo me decía que iba a ir mal. Sin hacer caso a mis pensamientos giré a la derecha y empecé andar a ritmo alto por esa sucia y estrecha callejuela. Unos pasos a me seguían a cierta distancia y solo podía ver las discontinua sombra que las luces me prestaban. Aceleró el ritmo y yo también.

Volví a girar a la izquierda y de un contenedor de residuos de una obra recogí un palo en hierro del tamaño de mi antebrazo y lo escondí dentro la manga de mi chaqueta sin que mi perseguidor se percatara, la putada era que no era uno sino seis.

Un grito de alto alcanzó mis oídos y yo, haciendo caso omiso, seguí caminado intentando disimuladamente esconder mi miedo y huir. Unos pasos al sprint se aproximaban a mi hasta que una mano alcanzó mi hombro y me detuvo. Estaba más acojonado que un león en un safari, un sudor frío recorría mi cuerpo pero no les iba a dar mi cheque, el cheque. Me costó muchos años conseguir tal engaño a la agencia de seguros y ahora mi niño se lo merecía y se lo iba a dar, con sangre o sin ella.

Los seis individuos anónimos me rodearon y me amenazaron con una simple navaja. Mierda, esperaba más. No puedes atracar a un perdedor con una simple navaja y cuatro palos de madera cuando no tiene nada que perder.

Por suerte la vida me llevo a ser un puto desgraciado que no le importaba nada, solo que su hijo comiera y la madre...Bueno la madre la podían dar por el culo con a una broca del quince y sin lubricar, solo me importaba mi hijo.

Me amenazaron en acuchillarme si no les daba el cheque,sabían que lo tenía pero no sabían que bajo mi manga tenía el utensilio con el que les iba a abrir las cabezas y romper todas articulaciones de sus escuálidos cuerpos.

Mi negativa a dárselo provocó su ira y me atacaron. Mandaron primero al más tonto e indefenso. Vino corriendo con el puño por delante, grave error dejar su centro de gravedad al descubierto y si mandíbula en la trayectoria de mi codo. Un sutil giro y un codazo seco fueron suficientes para que él muchacho diera un mortal en sentido inverso a su carrera y quedara tumbado en el suelo, luego una patada en la cabeza me aseguraría que no volviera a molestar. El charco de sangre alrededor de su boca me lo confirmaba.

Por los rostros que pusieron los otros cinco creo que no les gustó que su compatriota de picotazos estuviera medio muerto al suelo y me acotaron contra una esquina mientras ataban los palos a unas cadenas de hierro forjado y sacaba unas mariposas de sus bolsillos. La cosa se complicaba y ellos iba a morir.

Aproveché la balborrea de uno de ellos y sus amenazas de muerte para correr hacía el de la derecha de todo mientras sacaba mi "porra" improvisada y le percutía en toda la rótula. Se arrodillaba ante mí como un soldado ante su rey y lo remataba con una mamporrazo en el cráneo, justo en la unión del hueso frontal y parental de su cráneo. la sangre pintaba mi rostro y él, difunto, tumbado a mis pies como si quisiera besarme mis viejas zapatillas. Era su destino,la muerte más justa que su mierda de vida le podía dar. Me quedaban 4.

Un duro golpe en mi espalda hizo que perdiera el equilibrio y la ubicación exacta de los otros personajes. Caí de rodillas al suelo y vi como todos se acercaron a mí con ganas de ostiarme hasta la saciedad, grave error.

Todos los tobillos y tibias estaban a mi alcance y de ello me aproveché. Un tobillo roto, una tibia partida y una rodilla troceada, ese sería su destino. Cogí aire, conté hasta tres y tracé una circunferencia perfecta con mi brazo y mi demoledora porra. Dí en todos los objetivos menos uno que consiguió saltar. Cayeron como mosca a mi alrededor. Pobres bastardos, no sabían que iban a morir.

Me acerqué al primero. Cuando intentó clavarme su mierda de navaja oxidada le bloqueé su robusto brazo y le clave su navaja en su bazo, muerte dura y cruel. Sangre y dolor.

El segundo,con un acto de valentía se levantó ante la mirada del que logró saltar mi barrido. Seguía de pie, medio cojo y con mirada de miedo. Me dio hasta pena pero tenía que morir. Corrí hacía él mientras cogía impulso para lanzarme un ataque con su cadena, salté y le partí la clavícula. El muy cabrón era testaduro, un golpe así noquea a cualquiera menos a él. Me giré y le arrebaté su cabeza con mi rodilla. Ahora sí.

Solo quedaba uno. Le ofrecí mi cheque de un millón de euros al portador. Se lo dejé en el suelo delante de mi. Él, con su cara tatuada, me miraba estupefacto. Si chico,nunca intentes robar a un loco. No reaccionaba y me decidí lanzar el ataque. Le tiré la porra a moda de dardo. Mientras él lo esquivaba yo le lanzaba un rodillazo en la boca del esternón que lo doblo por la mitad seguido de un codazo en la cabeza y otro rodillazo en la nariz. Fulminado intentó soltar su último suspiro de aire mientras un mortal gancho de derechas impactaba en su pómulo. K.O.

No miré atrás y me fui. Mi hijo tendría su cheque, la recompensa de soportar a un padre al que nunca vio y nunca tendría que saber que hubiera existido...

1 comentario:

  1. "...la podían dar por el culo con a una broca del quince y sin lubricar"
    Qué sería de la vida sin estos pequeños momentos de poesía. Sutil, elegante. Dí que sí.

    ResponderEliminar