martes, 16 de febrero de 2010

Escapada

Martes por la mañana, nada que hacer. Me dispongo a coger el coche e ir a un pueblecito de la cerdaña catalana a ver una casita de madera, Prullans.

Salgo del garaje, cruzo la frontera, esquivo La Seu y listo en la carretera buscando mi refugio.

A mano izquierda observo una indicación hacia tres pueblos, mi curiosidad es más fuerte que mi consumismo. Intermitente, dejo la nacional y cojo la comarcal, estrecha, de un solo carril bidireccional. Rezo para no cruzarme con ningún coche,no hay arcén y me sería difícil maniobrar.

No sé a dónde me dirijo, lo que me voy a encontrar ni lo que voy a ver, pero me da igual.

La carretera, más camino que carretera, empieza a empinarse de forma exponencial. La nieve en los bordes me hace prever que es un sitio frío, poco transitado y sobretodo tranquilo. Al mismo tiempo preveo que quizás, más adelante, haya nieve en la calzada, esperemos que no. Mis cadenas, en casa. Mi teléfono, también.

Continuo subiendo y el paisaje se va transformando progresivamente. Dejo atrás las rasuradas praderas para adentrarme en densos bosques de pinos delimitados por finos cables, supongo que para el pasto. Dónde el sol no llega, la nieve no se deshace. Las ruedas patinan, quito el ESP. Puedo proseguir.

Me paro en el primer pueblo, Bar. Una villa pequeña con su campanario románico típico de la zona y las casas, todas de piedra y tejados de pizarra, agrupadas a su alrededor. Ni una alma en la calle, ni un bar abierto. Me vuelvo a subir al carruaje y sigo. A poca distancia se encuentra Toloriu con sus contenedores como bienvenida y una fotografía des de lejos para colgar de la pared. Las persianas cerradas de madera, la nulidad de tráfico y el desértico ambiente que ser respira me hace pensar que es más pueblo de segundas residencias que otra cosa,eso no le quita su encanto.

Pero a la izquierda algo capta mi atención, El Querforadat. ¿Que debe ser? No me lo pienso dos veces y me pongo dirección a ello.

Dejo atrás la cima de la primera montaña si apenas problemas,serpenteo por las divertidas y cerradas curvas un buen rato, la carretera parece estar en buen estado pero sigo subiendo y la temperatura que me indica el coche no para de bajar.

Los bosques que abrazan mi camino son cada vez más densos e impiden que la luz se filtre en ellos,la nieve y el hielo hacen sus primeras apariciones en el suelo y yo sin cadenas. Bueno poco a poco y ya llegaré.

De repente una clariana de luz, una espléndida pradera aparece detrás de la última curva gobernada por una granja. Los blancos se mezclan con los verdes pinos y el marrón quemado por las helados del suelo, precioso pero el pueblo no esta allí.

Decido seguir. La carretera se estrecha aún más cubierta por la sombra de la montaña. La calzada, teñida de blanco me dice que pare, yo no le hago caso y sigo un rato más, no hay posibilidad de maniobrar.

De repente un valle reluce todos sus invernales colores y un ancho en el camino me permite para para observar. Hasta aquí hemos llegado, el tiempo se me hecha encima y la falta de cadenas me impide seguir adelante.

Otra vez será pero EL Querforadat no te preocupes que llegaré a ti.

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