martes, 7 de febrero de 2012

Un abrazo a poca altura

Soplaba un viento tan fuerte que casi se me llevaba la esperanza. No llegaba nunca al fin de oscuro y lúgubre callejón desaliñado sin alguna farola que alumbrase mi pobre andar. Ni mis más bonitos recuerdos me daban fuerza para continuar mi arduo trayecto, no era nadie. No era nada más que una alma más en esa asquerosa sociedad sin un final que cercar.


Ni mi voluntad ni mis ansias para finalizar podian darme fuerzas, solo un milagro me salvaría y nunca creí en ellos.


Estaba más perdido que un cura en un club de alterne de la nacional dos. No sabía como continuar mi aventura, no sabía ni tan solo porqué había empezado esa estúpida excursión hacia mi féretro, mi tumba, mi último logro. Una muerte dulce era todo lo que anhelaba pero ni eso podía conseguir. Nunca llegué a conocer persona tan inútil.No merecía nada, ni su perdón.


En medio de la nada algo, o alguien, se abrazó a mi tobillo. No era posible tener más impedimentos, pensé yo. Miré hacía el final de mi pierna y vi ese extraño ser, feo como un demonio enfadado, aferrado a mi tobillo. Di un salto del susto y contra la pared me choqué, aún estaba en esa asquerosa callejuela. Él me miró con ojos de perro abandonado, yo con cara de terror.


 Un pena enorme se apoderó de mi frío y agrietado corazón. Lágrimas de arena empezaron a brotar de mis ojos coloreando mis mejillas de vivo rojo. Sin pensarlo lo arropé y lo abracé. Ese raro bicho hizo un gesto de aproximación. Sin mediar palabra me beso mi rasgada cara. Mis heridas se curaron al momento, el ruido de los latidos de mi corazón se podian escuchar hasta los más recónditos bares de esa mierda de ciudad. De repente, el silencio se escuchó dentro de mi. Cerré los ojos y me dejé caer al suelo. Una paz eterna era dueña de mi cuerpo, una calma infinita se apoderaba de mi inquietudes mientras notaba sus ásperas caricias recorriendo mis manos. Mi muerte esperada estaba cerca, pensé. Se acercó a mis oídos y me dijo .


"Continua y no pienses"


Me levanté mientras unas gotas empezaban a caer del cielo. Continué andando hasta hoy que no sé ni donde estoy pero si con quien estoy. El nomo tenía razón, no era mi hora. Solo me iba y me iba por no esconderme,solo  me iba por no mirar. Y por no mirar no vi el cartel.



No hay comentarios:

Publicar un comentario