miércoles, 26 de enero de 2011

Gilipollas de vino

Me gusta el vino como la buena música, pero en los dos casos soy el más sincero inculto.

Con la música,un romance des de que soy niño culpa de mi familia y su sana obsesión de aliñar la vida con canciones, abraco muchos estilos a la vez que se muy poco de ellos. No soy el típico “popí” historiar ni el fanático que dice que tiempos pasados fueron mejores. Me dejo aconsejar, me gusta indagar y sobretodo escuchar. Nunca escucharéis en mi Ipod ni O.Ts, ni Shakiras ni nada de eso, aunque los respeto. Simplemente me gusta la música, la disfruto y llena el vacío que en mi deshabitada casa hay. Eso sí, la música también fue uno de mis primeros fracasos; nunca supe tocar un instrumento (pero será por tiempo…)

Con el vino me pasó algo muy diferente. Nunca me gustó mucho, siempre he sido más de cerveza que de vino, aunque a un buen caldo nunca le hice un feo. Un día los médicos me apartaron de mi elixir de la vida y la cebada quedó expulsada de mi dieta. Al mismo tiempo coincidí con gente amante de los vinos, provincianos de Huesca, defensores de los, entonces, mal publicitados Somontano. Yo siempre les decía “lo único que sé del vino es que viene de la uva y que me gustan los que son de paso en boca fáciles y frescos” y ellos me fueron educando como el monje a un monaguillo (sin tocamientos,eh!!!).

Como con los quesos, al principio solo comía los semis y todos los otros los odiaba, pues con los vinos fue similar. Al principio no salía de mis “vinos inteligentes" esos que a todo el mundo les gusta. Ni muy complejos ni de tetrabrik, una elección segura en una carta.  (Dos ejemplos podrían ser Marqués de Cáceres o Luís Cañas.) Luego me fueron introduciendo en nuevos mundos; que si uvas distintas, denominaciones nuevas, gustos infinitos…Educaban mi paladar sin darme cuenta como un historiador te enseña historia con un cuento.

Luego la vida me acercó a más gente y más vinos, y más y más… La verdad es que sigo siendo un necio a las tres. Voy con una lista para comprar vinos. Acostumbro a comprar unas tres botellas aproximadamente cada dos semanas: dos conocidas –de la lista sagrada- y una para innovar; siempre la cago.

Pues todo esto viene porqué vivimos en tiempos que hablar de vinos en las cenas está muy de moda. Todo el mundo tiene acceso a las webs con catas en-line y mil descripciones y recomendaciones, todo el mundo acude a su bodega del barrio y le pregunta al vendedor alguna recomendación, todo el mundo quiere aparentar saber cuando son unos pocos los que saben y muchos los que nos dejamos aconsejar.

No me disgusta estos temas de debate, pero si que los evito. Solo los agradezco cuando en la mesa está sentado/a un/a sommelier o enólogo/a que me encanta escucharlos y ver como ese es su mundo y lo disfrutan y te lo hacen disfrutar, hasta en algún momento me han hecho creer que sabía distinguir la uva por la lágrima y el ribete…

En cambio odio al típico amigo que se auto-propone, a golpe de estado, el entendido   y coge la carta de vinos (cada vez más libros que cartas) diciendo “ya pido yo que hace poco estuve en una cata”, dándoselas de vinicultor entendido y merecedor de la medalla cuando en realidad es un pamplinas ,como todos lo que estamos sentados en la mesa, y terminará pidiendo el vino por el precio y por un nombre que le sea cercano.

Estos tipos son realmente insoportables. Son personas capaces de joderte una cena sin haber probado bocado. Sus palabras avinagran tu cerebro como el oxígeno al mejor caldo. Me joden tíos, me joden mucho. Sus libros de la mesita de noche son el mundo deportivo y me van de eruditos vinícolas, su lenguaje apenas llega a las 400 palabras e intentan definir un vino con adjetivos y matices más dignos de una tertulia de Punto y Pelota que de una mesa dispuesta a cenar. Al fin y al cabo son gilipollas que se creen que por pagar 100 euros por una botella la disfrutarán.

Cuando me siento con uno de ellos en la mesa me entra una violencia interior que me suplica hacerle un tacto rectal con el tenedor a la vez que le introduzco el sacacorchos pos sus orificios auditivos en busca de un trozo de corteza cerebral y así se quedase en estado vegetativo y dejara de molestar.

Joder, con lo bonito que es compartir ese momento, distante al debate, compartir esas experiencias que los vinos nos regaló,esos los recuerdos o esos momentos tiene que aparecer él y putearnos. ¿Tío!! no te das cuenta que somos unos ineptos y no nos referimos al vino en términos técnicos sino en puro amateur tipo “ este lo probé en casa con mi novia y era muy afrutado…luego terminamos embadurnados en nata y fresas” o “joder, este es peleón (referente a la estridencia) pero coño, a la tercera copa pasaba como agua” o “bueno, bonito y barato; pedimos el de siempre que a todos nos gustó”…?

Por suerte (algo bueno tenía que tener la ley) en España no se puede fumar ni en el cagadero y siempre hay la gran escusa cuando el gilipollas se adueña de la carta :

-Bueno, yo voy fuera a fumar.

-Pero si tu no fumas

-Pues empezaré hoy para no escucharte.

martes, 18 de enero de 2011

Bebían juntos.

Sus ojos, de un azul turquesa que hasta las playas paradisíacas del pacífico envidiaban, miraban fijamente aquel pobre despojo de la humanidad mientras sus pelos, hilos de oro danzando con el aire, embadurnaban de un suave  y dulce perfume todo aquel lúgubre y sucio local.

Ella, callada y tímida, levanto su mano izquierda llamando la atención del camarero.

Él, con sus ojos de fondo amarillento debido al alcohol y el rostro destrozado como un satélite atacado por una tormenta de meteoritos, se fijo. Ella no pintaba nada allí, en cambio él sí. Era su refugio de la mierda de realidad que vivía. Su santuario sagrado al que acudía religiosamente cada tarde, entre las ocho y las nueve de la noche, dónde se transportaba al mundo del olvido y que, entre trago y trago, se dedicaba a observar y apuntar en su maltrecha libreta cada cliente nuevo que acudía. Era lo más próximo a la sociedad que se encontraba. No tenía amigos, no tenía familia y su única arma contra la soledad era beber. Bebía, bebía mucho. No había día que no se percutiera entre pecho y espalda una botella de cualquier licor. Había llegado un momento que nada le importaba, solo beber. Trabajaba para beber, bebía para olvidar y olvidaba para no pensar. Pensar era malo y había que evitarlo.

El camarero se aproximo a ella atónito que tal belleza más digna de un bar chic (aquellos decorados con cristales opacos, suelos de gres y cañas de bambú) que de su tugurio; un sitio sucio por definición que los vasos se lavaban con un chorro de agua, la barra con la simple pasada de un paño más propio de un centro de estudio del moho que para el uso de la limpieza y que los retretes…los retretes solo se usaban para orinar y vomitar. Orinar se orinaba en todo el habitáculo dedicado a su uso, vomitar solo en la pica.

Ella le pido un café solo y un whisky doble con hielo.

-El café para despertar, el whisky para ¿olvidar?- preguntó el camarero.

-El whisky para beber, el café para disimular- respondió ella con una tenue y cálida voz.

Él, sentado por sincronicidad a su lado giró su cuello lentamente dispuesto a hablar. Le miró fijamente a la cara y le dijo:

-Si empiezas, acepta el fin.

-ç¡Que fin existe si ya estás muerta?- le respondí sin, ni si quiera,levantar la mirada de su vaso con lágrimas de alcohol y restos de hielo.

Él, acojonado ante tal brutal respuesta decidió invitarla a otro trago, ella aceptó.

Se pasaron horas y horas bebiendo y charlando. Que si los problemas de uno, que si las tristezas del otro. Que si una lágrima recorriendo la mejilla de ella, que si un carcajada de risa de él.

Pasó de algo anecdótico a una rutina. Cada día se veían y compartían sus asquerosas vidas mientras destrozaban el futuro con su presente. Nadie entendía sus vidas, a ellos no les importaba.

Hoy haría veinte años que se casaron pero en cambio hace veinte años que murieron.Murieron bebiendo.

miércoles, 5 de enero de 2011

Fumar y prohibir .

Parece que no nos queremos dar cuenta , pero así es: aunque estemos dentro de la U.E, aunque su moneda nos pague nuestras comidas, aunque dentro de ella nos podamos mover solo con nuestro D.N.I no somos la Unión Europea.

No compartimos ni una triste costumbre (descartando la asquerosa y universal Navidad), nuestra gastronomía es diferente a la suya, no tenemos horarios parecidos, no pensamos igual y tenemos una forma de ver la vida antagónica de ellos y por eso, ellos vienen a vernos (a parte de nuestros paisajes de sueño, nuestros manjares de reyes y nuestras diferentes culturas dentro de un mismo “país”) . Y ni mucho menos tenemos sus sueldos

Aún así, los mandatarios escogidos democráticamente (da igual derechas o izquierdas, fue idea de ambos) llamados por unos políticos, por muchos otros ladrones, quieren imitarles y que cada año nos parezcamos más a ellos.

Nos crearon ciudades sin alma con parques de asfalto limpio, impusieron normas de convivencia regidas por la antipatía y la soledad y ahora… Ahora se dedican a prohibir.

Y si señores, hablaré de la prohibición del tabaco.

Es verdad que el tabaco es malo para la salud, que ayuda – no provoca- a cosechar cáncers de toda clase, que huele mal y que molesta al de al lado. A la vez es verdad que es una bocanada de aire para el  estado. ¿Como? El tabaco solo recauda nueve mil (9000!!!!) millones de euros en impuestos que en estos tiempos bien buenos que son.

Creo que la prohibición a la libre elección de fumar en un bar es un ataque a la libertad.

Me explicaré: Todo no- fumador se puede, y debe, quejar de lo que molesta el tabaco en un bar de la misma manera que puede escoger o no ir a ese bar. Nadie le ha puesto una pistola en la cabeza y le ha obligado a ir a un bar de fumadores a tomar un café.  Él, como no-fumador, tiene la libertad de escoger. Muchos dirán “si claro, pero no hay bares de no fumadores”. Culpa de la economía chico, yo no la inventé.Haberse juntado muchos no-fumadores que les moleste el tabaco volatilizado y haber abierto un bar “libere de  humo”. 

En cambio ahora mismo un fumador no puede escoger, simplemente si quiere ir a un bar se verá obligado por el estado a no fumar. Su capacidad de decidir queda reducida a nada. Un fumador se convertirá en un páriah de la sociedad perseguido por el bar-man que se juega una multa, por el no fumador que ha vivido cobarde y resignado toda su vida e irá a la caza y captura de los nuevos delincuentes sociales con la denuncia en la mano, perseguidos por la policía por si hecha la colilla en el suelo (mal hecho está, pero pongan ceniceros en las aceras que algunos ya hemos quemado muchos bolsillos por ser buenos ciudadanos ).

Y una pregunta me asoma por la cabeza; si el tabaco es tan malo (que seguro que lo es) ¿por qué no lo ilegalizan y así se acaban los problemas? No será por hipocresía y por dinero, ¿no?

Pero bueno, todo tiene un lado positivo: des del 2 de Enero en los informativos ha menguado el tiempo dedicado a homicidios y política y se habla del tabaco (una publicidad viral muy buena, por cierto)…

fumar o no fumar,café en bar o nespresso en casa…