viernes, 30 de septiembre de 2011

"El 62% confiesa que se comprará la tableta como juguete; sólo el 12% lo reemplazará a un ordenador. El 68% lo empleará para navegar y el 58% para consultar el correo. Otro estudio anterior, de Staples Advantage, entre empleados de empresas, señalaba que lo usa en el baño (35%), restaurantes (30%) y en la cama (78%). Como en el caso anterior, la principal función es la consulta del correo (75%), algo que se puede hacer perfectamente con el smartphone, sobretodo cuando en la mayoría de los casos se trata de tirar mensajes a la papelera. Si hay que escribir textos largos y algo cuidados, la tableta gana por ventaja, pero eso lo hace igual la de 150 que la de 800 euros."


Esta introducción es sacada de un artículo de El País. El articulo habla sobre una nueva competencia al Ipad, como si de una encrucijada se tratase derrocar a la gran manzana. Que putada que alguien que hace las cosas bien, les vaya bien. Ojalá que un ordenador PC (con windows)  funcionara igual de bien que un Mac, así muchos nos ahorrábamos algunos euros.


Lo que más gracia me ha hecho el artículo ha sido el apartado estadístico que nos ofrece y que he compartido. Analicemos:



  • Hay un 62% de consumidores no han aceptado hacerse mayores. y lo sacian gastándose un dineral en un, a mi parecer, estúpido aparato.

  • Hay un 12 % que piensa que un ordenador solo sirve para navegar por Internet y consultar el correo. Seguramente estos creen que Internet se invento para ver películas porno des del ordenador.

  • Por culpa de un 35% de consumidores de tabletas la industria de pasatiempos se está yendo a la garete. Quién no ha hecho una sopa de letras en su rato de trono?. Y es que la tecnología está cambiando nuestras formas de actuar. Primero nuestras relaciones sociales y ahora nuestro momento de descanso terrenal, el defecar. Que más placentero que sentarse con la tortugita a punto de sacar la cabeza y mientras una mano desabrocha el último botón la otra alcanza el eterno libro aposentado  en el bidet mezcaldo entre los dominicales? Pues no, ahora estos se llevan una tablet.

  • Un 78% de los consultados tienen una vida sexual a la par que una monja de clausura.Por qué a mi siempre me han dicho que en la cama o se duerme o se folla. Leer no que pude provocar alteraciones del sueño y comer es sucio ; muchas migajas que luego te rebozan el cuerpo. Hablar? Sería una opción, pero ya hemos tenido toda la cena para hacerlo. Entonces, para que coño te llevas el tablet a la cama ?


Con esto quiero decir que cada uno hace con su dinero lo que quiere pero que a todos nos engañan igual. Tenemos de todo y queremos más. Ya no es suficiente un ordenador en casa, un smartphone para estar todo el día conectado con el maldito Facebook o recibir mails, un 90% de los cuales son basura, cada 15 minutos y un portátil para nuestros ratos muertos. Ahora necesitamos una tableta para ir al servicio, por si nos aburrimos o para leer un libro. Bueno, en esto último si la gente hace lo mismo que con la música y se descarga libros por vicio, quizás sea la forma que la sociedad vuelva a leer. Una tele interactiva, una consola inteligente, un coche autómata, un... Más, más y más.


A veces pienso, sueño y sonrío. Un pensamiento recorre todas mi espina dorsal : mandarlo todo a pastar al barro. Venderlo todo, borrar mi rastro de la red, coger mis ahorros y volar. Volar a nuevos tiempos creados con el pasado. Vivir sin lujos y sin necesidades. Vivir sin un gobierno que me mienta, una sociedad que me consuma y una economía que me explota. Llegar a ser independiente del mundo, sin molestar a nadie, sin pensar en nada ; solo en vivir y disfrutar de cada amanecer.


Pero luego me despierto de este sueño con un horroroso despertador que me recuerda que tengo un jefe por el que currar, una hipoteca que pagar y un día más que superar.




sábado, 17 de septiembre de 2011

Sin T.V

Cuando llegué y vi que en ese salón, en el cual me iba a pasar todo el verano, no había televisor me entró  una sensación de ansiedad terrible en mi cuerpo, la misma que puede tener un fumador que llega a casa sin tabaco o un alcohólico sin su botella. No miraba mucho la tele, pero sabia que siempre estaba allí para adobar mi cabeza en cualquier momento de aburrimiento, para callar una conversación no deseada o simplemente para llenar el vacío que dejaba un silencio de domingo. Y qué tontería tenía en mi cabeza!!!


La mayoría del tiempo, aunque muchos digan que no, la tele nos aburre. Nos pasamos más tiempo buscando un programa o mirando anuncios que disfrutándola y no lo aceptamos. Esa basura de invento, que nos consume nuestras horas libres como un cerdo el pienso que le damos de comer, es el mayor culpable de nuestra falta de imaginación. Por cada película aceptable que nos propone su programación nos tragamos 10 de infumables, por cada programa interesante que emite vemos 5 que son más nocivos que el tubo de escape de un camión, por cada hora de buena información mil mentidas manipuladas nos dan. Esas fueron mis premisas para poder entender un verano sin televisión. Un auto-engaño? quizás sí, pero el tiempo me las reafirmó.


Antes del verano me levantaba y desayunaba con el telediario a modo de sintonía matutina. Comía y me dormía con un documental. Cenaba con otro noticiario y veía alguna película, no escogida por mi sino por un mandatario de la cadena. Los sábados de lluvia y los domingos de resaca era mi única amiga. Ella, encendida todo el día y mi cerebro en stand by. Una sensación irreal de placer.


Durante el verano todo cambió. Su ausencia fue una bendición. Me levantaba y leía un periódico de arriba a bajo. Comentaba las noticias con mi novia, criticábamos la opinión y debatíamos sobre el mundo. Nos reíamos de nuestra incultura y falta de conocimientos, de los puntos de deuda pública y de la madre del topo.


Comíamos hablando de todo o simplemente disfrutando del sabor de la comida en silencio. Cenábamos planeando un paseo bajo las estrellas o una visita al cine. Un sábado de lluvia hacíamos el amor como en todo el año no lo habíamos hecho, un domingo de resaca...Los pasábamos como podíamos. No había horas muertas delante la pantalla ya que para estar en casa salíamos a pasear, nadar, correr o simplemente a sentarnos en una terraza y ver a la gente pasar. En resumen; la falta de caja tonta nos hizo conocernos más y mejor.


Ahora me cambié de piso. Ya tengo tele y no tengo Internet (aún) y para el colmo de todos, mi compañera está a kilómetros  de mi. Por suerte un buen libro en la mesa hace que el botón de apagado vuelva a funcionar.