miércoles, 7 de julio de 2010

Calor en un bar

El sol me achicharraba los ojos, las gafas en la mesilla de noche. La calor me consumía lentamente como una espalda de cordero a fuego lento en la cazuela de barro. Notaba como todo mi cuerpo desprendía un repugnante olor a sudor, eso me asqueaba aún más.

La boca, seca como un río en medio del desierto, me pedía algo para beber. Agua no.

Visualicé un bar a lo lejos, recé para que no fuera una alucinación aunque sabía que en medio de la ciudad eran escasas en estado de serenidad.

Me acerqué a la puerta. El cartel de "abierto " me indicaba que el camarero o el responsable estaba mi disposición,que por unos instantes sería mi mayordomo particular.Así fue.

Entré y pedí una bebida refrescante y de poca graduación, una cerveza. Dios que explosión de sabores y sentimientos en mi paladar, el aire condicionado ayudaba a llegar a ese estado de bienestar. Me la bebí de un trago, pedí otro y otra y otra.

Estaba demasiado lleno y tenía ganas de ir a mear. Antes de hacerlo me pedí un mojito, el sabor de limón, el azúcar y el ron saciarían por completo mi sed.No sucedió así.

No sabía la hora que era ni dónde estaba pero estaba a gusto a la vez que recordaba algo que tenía que hacer, el motivo por el cual había salido a la calle, la causa por la que me había levantado...

Miré el celular, estaba en silencio y solo tenía veinte llamadas perdidas.

¡¡¡Mierda, ese día era el día de mi aniversario de bodas!!! Mi, ahora ya será ex, mujer me me iba a matar. Bueno, ya que sabía que mi destino era ese, decidí afrontarlo de la única manera que sabía, ebrio.

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